miércoles, 30 de julio de 2014

Encadenados

Puede que esté ya muy visto, pero en Zaragoza también los enamorados dejan fe de su amor en las barandillas de un puente. La que lió Federico Moccia cuando en su libro Tengo ganas de ti relató que en el puente Milvio de Roma, H y Babi colocaron un candado jurándose amor eterno y tirando la llave al Tíber. A partir de entonces en miles de ciudades se ha repetido la historia, y aquí no iba a ser menos. No hay muchos, pero los que hay son originales. 
Cuando me puse a hacer las fotografías, pasó una pareja de turistas, me miraban a mi y a los candados, quién sabe si buscaban el candado que tiempo atrás colgaron. El caso es que buscaban, miraban y sonreían, mientras, yo pensaba que a lo mejor uno de esos era el suyo. Puede que un día uno de esos candados sea el mío, o puede que no solo esté aquí, sino que esté en un puente de alguna ciudad del mundo. Hubo una vez que tuve esa oportunidad, tal vez algún día... se vuelva a repetir. De momento, yo guardo mi candado esperando el momento soñado.